Cartas de amor a mi pelo, por Pamela Moreno, Romina Sacre y Attalia Dasbel
¿Cuántas veces has dicho que odias tu cabello? Es momento de cambiar el discurso. Tres mujeres que admiramos nos abren las puertas de su relación con su melena y nos recuerdan la importancia del amor propio.
Después de años —vidas enteras— de ser víctima de estándares de belleza inalcanzables y depositario de frustraciones a muy tempranas horas del día, el movimiento en busca del amor propio por fin nos ha llegado a la cabeza y ahora vemos a nuestro pelo con una mirada solidaria.
Hemos aprendido palabras más amables para decirle; que si lo tratamos con suavidad, crece más fuerte; y que sus necesidades no son más que un reflejo de nuestro estado de salud.
¿Qué le dirías a tu melena si pudiera escucharte? Le pedimos a Pamela Moreno (actriz), Romina Sacre (emprendedora) y Attalia Dasbel (YouTuber) —tres mujeres que admiramos por su autenticidad y resiliencia— que redactaran una carta de amor, perdón y empatía dirigida a sí mismas sobre la relación con su cabello. El único requisito: no hay espacio para el odio.
Querido cabello, gracias por recordarme que soy única
Pamelita,
Te perdono por hacerte chiquita por tanto tiempo. Por insistir en intentar cambiar, cuando estabas destinada a ser diferente. Por alaciarte el pelo hasta quedar frito. Hoy veo esos chinos rebotar y me da mucha paz saber que no los lastimaste permanentemente.
Te abrazo por cada vez que veías una película y la “transformación” de la niña rara en guapa consistía, invariablemente, en alaciar sus rizos y privarlos de su existencia. Esos chinos son tan tú como tu amor por la vida y la música.
No ha sido fácil. ¿Cómo olvidar que, durante todos tus años en la escuela, te hacías un chongo porque no sabías ni cómo lidiar con tu pelo? ¿O cuando tu mamá te jaloneaba hasta relamirte porque nadie tenía idea de cómo tratar a esos chinos?
Poco a poco fuiste aprendiendo y soltándolo. Cuando lo cortaste por primera vez en cinco años, supiste que tenías que dejar ir para poder crecer. ¿Te acuerdas de cómo lloraste porque había quedado demasiado corto? ¿Y cuánto lo odiaste? ¡Era una bendición disfrazada! Sin ese corte seguiría supermaltratado ¡y mírate ahora! Tus rizos brillan y están sanos. Te costó 21 años, pero hiciste las paces con ellos y hoy los amas. Son libres, por fin. O como dice Lady Gaga, I’ll die living just as free as my hair.
Con amor,
Pamela Moreno (@pamela.moreno)
Te abrazo por cada vez que veías una película y la “transformación” de la niña rara en guapa consistía en alaciar sus rizos y privarlos de su existencia.
Pamela Moreno
Querida Romina,
“El pelo crece”, le decías a mamá mientras veías cómo cortaban el suyo. Ella solo se veía al espejo, tratando de guardarse las lágrimas. No pronunciaba ni media palabra pero, mientras escuchaba el ruido de las tijeras, vivía un duelo. Esa melena que causaba envidia y recibía piropos estaba siendo despejada de su cabeza.
¿Qué tan apegadas somos a nuestro pelo? ¿Qué tanto dice de nosotras? ¿Será que es un espejo de como nos sentimos por dentro?
El resultado final fue un corte debajo de la oreja. Mamá, acostumbrada a su pelo largo, se veía al espejo, se lo tocaba y trataba de reconocer a la “nueva” Esperanza —ese es su nombre— que estaba a punto de entrar a una etapa de incertidumbre y miedo: su tratamiento de quimioterapia.
Se te rompía el corazón al pensar en que le estaban quitando lo que tanto amaba y cuidaba, esa melena que heredaste de ella. Y tarde o temprano, el maldito cáncer iba a acabar no solo con su pelo sino con su autoestima y sus ganas de levantarse de la cama.
Fue al poco tiempo de ver mechones en la regadera que mamá decidió raparse. Decidió no aferrarse a lo inevitable. Trató de ponerse pelucas pero le picaban. “Prefiero andar pelona que incómoda”, decía con humor.
Y así, sin pelo, vivió. Con mascadas amarradas a su cabeza por meses. Había días de desesperación, de lágrimas, de enojo… de querer tirar la toalla y de preguntarse: “¿Por qué yo? ¿Por que a mí?”.
No te cuento esta historia para hacerte sentir tristeza ni compasión, sino para recordarte la lección más grande que aprendiste a través de la enfermedad de mamá. Que lo de afuera no es más que un empaque que nos prestan para habitarlo durante esta vida. Que si bien hay que cuidarlo y echarle piropos, lo que hay dentro de cada una de nosotras es lo más hermoso y valioso. Y que las palabras con que nos hablamos, los pensamientos con que nos alimentamos y la actitud es lo que cura y transforma.
Así que esta historia tiene un final y un presente feliz. Su pelo creció acompañado de un significado más profundo. Le salió más bonito y con más volumen. Una versión reloaded de lo que fue alguna vez. Brotó en su cabeza todo eso que aprendió su corazón: a tener fe y estar más en contacto ella. Se quedó sin pelo pero ganó millones de cosas más al haber sobrevivido.
Ese día, el pelo —que para tantas mujeres es motivo de una queja diaria, una batalla, una relación amor-odio frente a su reflejo— tomó otro significado para ti: se convirtió en un símbolo de paciencia, amor propio y resistencia.
Con amor,
Romina Sacre (@rominasacre)
Brotó en su cabeza todo eso que aprendió su corazón: a tener fe y estar más en contacto con ella.
Romina Sacre
Querida Attalia,
Acoger tus rizos te tomó muchos años. Por mucho tiempo significaron inseguridad y rechazo hacia ti misma, ya que, desde pequeña, te hacían sentir distinta a las demás niñas. Creías que no encajaban en un cierto estereotipo.
En clase eran pocas —o quizás eras la única— con el cabello rizado, así que tratabas de esconderlo de la manera que fuera. Siempre lo llevabas recogido o lo cortabas. En la secundaria, empezaste a alisarlo para verte como las otras chicas, para por fin tener un cabello “normal” y bonito.
Fue hasta que empezaste a conocerlo —y supongo que también a aceptarte— que descubriste que era una parte especial de tu persona. Te diste cuenta de que el tiempo que dedicabas a cambiar su forma era inútil y un desgaste total, además de que, para ese momento, el daño que le hacías era evidente.
Decidiste quererlo tal como es. Al principio fue difícil porque no se veía como lo hace ahora. No sabías peinarlo ni tenías idea de cómo cuidarlo. Pero cuando empezaste a ver videos sobre el tema, lo comprendiste mejor e, incluso, te animaste a probar cosas nuevas y a experimentar con él.
Actualmente, tu pelo te representa por completo. Aunque por muchos años simbolizó todo aquello que intentabas esconder, hoy te hace sentir linda, fuerte y segura. Te ha empoderado tanto que le debes muchas disculpas. Gracias a él eres una persona con mayor confianza, sin ninguna duda.
Si otras chicas con el pelo rizado están leyendo esta carta que te escribo, sepan que todas son especiales, que tienen en su pelo algo único y deben sentirse muy afortunadas de tenerlo de esa forma. Para todas aquellas que lo están (re)descubriendo, solo se trata de aceptar que está bien ser diferente y que su cuidado solamente depende una misma. Tengan en mente que es muy necesario jugar con él para conocer todas sus versiones y así saber con cuáles se sienten más lindas y cómodas. Eso es lo más importante.
Con amor,
Attalia Dasbel (@attaliadasbel)
Aunque [tu cabello] por muchos años simbolizó todo aquello que intentabas esconder, hoy te hace sentir linda, fuerte y segura.
Attalia Dasbel