El cabello y la religión: descubriendo un vínculo espiritual | All Things Hair MX
Teologia del cabello 1

Hasta la raíz | Teología del cabello: descubriendo un vínculo espiritual más allá de la belleza

Diferentes religiones y culturas alrededor del mundo consideran el cabello una extensión poderosa y un vínculo para conectar con lo divino.

Desde que nacemos, cada parte de nuestro cuerpo funge como lienzo en blanco para empezar a pintar una imagen personal. Estando en la cuna no podemos valernos por nosotros mismos y son nuestros familiares quienes se encargan de darnos pequeñas pinceladas de apariencia, rapándonos, haciéndonos trenzas o poniéndonos moños y diademas.

Aquello que ven y perciben los demás sobre nosotros, está compuesto por diferentes elementos estéticos que, desde temprana edad, nos plantearon correctos. Después, crecemos y, pese a que guardamos algunos que nos inculcaron, comenzamos a transformar el sentido y la expresión de la pintura. Cambiamos de corte, nos teñimos el pelo, lo dejamos crecer y lo adornamos con diferentes accesorios.

En este sentido, el cabello siempre ha sido asociado con la identidad y la belleza. Pero, más allá de los colores y las formas congeladas en ese lienzo de nuestra apariencia, se trata de una extensión poderosa y vital de nosotros mismos. Algunas tradiciones espirituales antiguas, creen que el cabello guarda nuestra energía y un poder especial, como si se tratara de una antena que nos conecta con un reino superior, aquel que no se toca ni se ve, pero se siente por dentro.

Alrededor del mundo, diferentes religiones y culturas crean experiencias místicas a través del pelo. Un peinado, un velo o incluso un broche puede tener detrás un significado relacionado con la teología. Como si de una obra de arte se tratara, cada detalle crea una historia singular. Si bien la pintura puede ser visualmente atractiva, siempre esconde algo fascinante.

¿Cuál es entonces el vínculo espiritual del cabello alrededor del mundo? 

Catolicismo: velos en los funerales

Mujer con velo en el cabello para un funeral
Los velos en los funerales católicos, se utilizan como símbolo de respeto al difunto y reconocimiento a la naturaleza de la vida. Crédito: kseniachernaya/Pexels.

En México, el pelo se asocia con la feminidad y la belleza, no obstante, al cubrirse con un velo de color negro, la parte estética se rompe y abre paso a un significado profundo, más allá del dolor y la pérdida.

La iglesia católica y sus costumbres desempeñan un papel fundamental en la vida de millones de mexicanos. Asistir a un funeral con la cabeza cubierta representa luto y respeto. Al ocultar el cabello, se demuestra la voluntad de dejar atrás la vanidad personal, así como la promesa de centrarse únicamente en el homenaje al difunto.

El acto en cuestión además se considera una protección del mundo exterior para entrar en un estado de duelo. La tela no funge como accesorio, sino como representación visual del dolor emocional y la pena. Asimismo, esta crea un sentimiento de unidad, solidaridad y simpatía colectiva, entre quienes comparten la angustia y quienes apoyan la causa.

Budismo: afeitarse la cabeza

Monje budista con la cabeza afeitada
En el budismo, afeitarse la cabeza representa el desapego a la vanidad y al ego. Crédito: cottonbro/Pexels.

Además de las túnicas, una de las principales características entre los monjes budistas es la falta de cabello, que funge como símbolo de desapego a los deseos mundanos.

Afeitarse la cabeza fue el inicio del viaje espiritual de Gautama Buddha, un acto que después reflejaría los valores fundamentales de esta doctrina filosófica. Quitarse el pelo y dejar la cabeza descubierta representa la renuncia a la vanidad y al ego, para centrarse en el camino hacia la liberación.

Esto además resalta la igualdad y la interconexión de la humanidad. Asimismo, subraya la insignificancia del cuerpo físico y de la belleza exterior.

Conexión del reino terrenal con el divino: Pelucas

Peluca de Cleopatra en el Museo Metropolitano de Arte
En la cultura egipcia, las pelucas se utilizaban en los rituales religiosos y se llevaban como protección de mala energía. Crédito: Museo Metropolitano de Arte.

Las conexiones espirituales representan gran parte de la historia y cultura en el antiguo Egipto. Desde sus templos hasta su forma de vestir, todo tiene un profundo sistema simbólico, que forma parte de su identidad personal y sistema religioso.

Exhibidas ahora en los museos más aclamados del mundo, las pelucas adornadas no solo eran herramientas para diferenciar su estatus social, sino que se utilizaban para mejorar su conexión con lo divino. Si bien los egipcios consideraban el cabello un símbolo de vida, creían también que era un conducto entre el reino terrenal y el divino. Es por ello que los sacerdotes y sacerdotisas solían usarlas durante los rituales religiosos. Con ellas, canalizaban su energía e imitaban a los dioses.

Se cree además que las pelucas protegían a quien las llevaba de espíritus malignos, enfermedades y energía negativa. Asimismo, los egipcios colocaban pelucas a las momias en los ritos funerarios para garantizar la continuidad del difunto y mantener intacta su apariencia tanto en el mundo de los muertos como en la otra vida.

Judaísmo: peyet

Hombre judío con peyet
Los mechones largos que se dejan crecer de las sienes en los hombres, representan su conexión con Dios y, en algunos casos, la humildad. Crédito: cottonbro/Pexels.

El judaísmo es una religión rica en símbolos y tradiciones, que representan la conexión de cada individuo con lo espiritual. Una de ellas es el peyet, o bien, los mechones rizados laterales que llevan los hombres. Estos reflejan la devoción religiosa de quien los deja crecer ––como elección personal y no obligatoria–– y sirven como testimonio de la adhesión a las costumbres judías.

“No redondearás el pelo de tus sienes ni estropearás los bordes de tu barba” está escrito en el Torá, el texto sagrado del pueblo judío. Estos versículos han sido interpretados por eruditos y sabios judíos en el sentido de que implican la prohibición de cortarse el pelo en las sienes, lo que condujo al desarrollo de la práctica del peyet.

Si bien existen diferentes comunidades y tradiciones, para algunos los mechones largos que enmarcan el rostro de los hombres son un recordatorio de la conexión con Dios y su relación con el pueblo judío. Por otro lado, hay quienes lo interpretan como símbolo de separación, que subraya su papel único como el “pueblo elegido”.

El peyet además se considera símbolo de humildad y modestia, recordando la importancia de poner los valores internos sobre las apariencias externas.

Movimiento rastafari: rastas

Rastas en el cabello largo
Las ratas representan la fe del movimiento cultural. Crédito: Shutterstock.

El movimiento cultural rastafari se originó en Jamaica durante la década de 1930, como respuesta a las condiciones sociales y políticas. Si bien hay quienes lo ven como un orden de vida, se trata de una religión influenciada por diferentes corrientes de pensamiento filosófico y espiritual, como el hinduismo, que buscaba desafiar la opresión racial y celebrar la espiritualidad africana.

Las rastas reinaron entre los integrantes de este movimiento y fungían como signo visible de su fe. Además, son un recordatorio visual de las raíces africanas, por lo tanto, así es es como se rechazaban los cánones de belleza occidentales.

Se cree además que las rastas son un conducto de energía un medio para alcanzar la pureza espiritual, pues los rastafaris ven el cuerpo como un templo que debe mantenerse en un estado natural y no alterado. Incluso, se refieren a ellas como su corona, que simboliza poder y la sabiduría divina, una extensión natural de su ser que representa una conexión con la conciencia superior y su lugar único en el mundo.

No importa en qué parte del mundo nos encontremos ni a que religión pertenezcamos. Todos tenemos creencias diferentes, sin embargo, la magia está en abrazar la diversidad para manifestar y sentir cosas extraordinarias. 

Conocer otras culturas y perspectivas, nos puede hacer conectar con el reino intangible que se esconde dentro de nosotros mismos. Dejemos que cada pincelada en nuestro lienzo tenga un sentido divino y creemos una obra de arte extraordinaria.

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