Peinando historias | Más allá de la estética: el cabello como una forma de arte
El arte con cabello ha existido siempre. Exploramos el mundo del cabello a través de disciplinas creativas: desde los peluqueros que lo utilizan como medio para su oficio hasta los artistas-activistas que desafían su percepción y su rol en la formación de nuestro sentido de identidad.
El arreglo del cabello es un oficio, pero ¿podría considerarse arte? Si se le añade intención y maestría, seguramente sí. Por definición, el arte es una actividad en la que el ser humano recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido. Así, es posible crear arte con cabello, como con cualquier otro material.
“El cabello es un arte viviente, tan amplio, vasto y variado como las personas que lo llevan en cualquier estilo concebible —apunta el legendario estilista Laurent Phillippon en su libro Hair: Fashion & Fantasy (Thames & Hudson, 2013)—. La peluquería es parte de la manera en que nos embellecemos. La historia ha sido testigo de una gran cantidad de estilos diferentes. El peinado es una forma de arte genuina: simboliza nuestra transición de bárbaros desaliñados a seres sociales civilizados. Somos los únicos animales del planeta que le damos tanto cuidado y atención a nuestro cabello”.
En un ensayo para la misma obra, la profesora Claudine Roméo incluso compara el trabajo del estilista con el del escultor, y lo exalta: “El estilista, más que el escultor, tiene que remodelar la materia prima, reconstituirla como una sola masa, compacta y suelta a la vez”.
El cabello como manifestación artística ha existido siempre. Las tribus africanas han llevado todo tipo de mensajes codificados en sus trenzas, proveyendo información, a veces de una manera hermosa y poética, sobre la persona que las porta. Y en el Imperio Romano, las mujeres competían entre sí para crear chongos cada vez más ingeniosos y sofisticados para atraer la atención masculina.
En el siglo XVIII, el maestro peluquero Léonard Autié fue el primero famoso de la historia. Él se encargó de esculpir el cabello de la reina de Francia, Marie Antoinette. La monarca usaba unos artificiosos postizos (poufs) que se elaboraban sobre un armazón con rellenos de crin u otros materiales, y se ornamentaban con las mayores extravagancias. Se denominaban coiffure au sentiment, puesto que la decoración debía tener un significado especial para su portadora. Esto implicaba que podían llegar a coronarse con un pájaro enjaulado o la reproducción de una casa de campo.
En el siglo XIX, durante la era victoriana, el luto se volvió parte de la cultura inglesa, con las altas tasas de mortandad y la misma reina Victoria llorando la muerte de su amado esposo, el príncipe Albert. Entonces, las revistas de manualidades y algunos libros para mujeres solían incluir patrones, ideas y pasos a seguir para tejer joyería o piezas de decoración con cabello humano, tomado de un cuerpo que ya había concluido su ciclo de vida. Además, se pulverizaban las hebras para crear una especie de pigmento y pintar escenas luctuosas, que se llevaban en un relicarios cerca del corazón.
En el siglo XX, con el auge de la fotografía editorial, las revistas comenzaron a hacer editoriales para mostrar un lado experimental de la belleza. Estilistas y maquillistas talentosos colaboran con equipos de directores creativos, fotógrafos, coordinadores de moda y más para componer historias visuales.
El cabello adquirió un carácter surrealista con la visión de maestros —primero artistas que peluqueros— que lo proyectaron, por ejemplo, como una corona, un ramillete de flores o una hoja que cubre un torso desnudo. Ara Gallant, Alexandre de Paris, Julien d’Ys, Orlando Pita, Yannick d’Is, Sam McKnight y Laurent Philippon son algunos de los grandes que contribuyeron a hacer de la peluquería una expresión válida de arte.
El arte con cabello en la actualidad
En los últimos años, Instagram se ha convertido en el escaparate de artistas-activistas como Laetitia Ky (@laetitiaky), quien transmite mensajes poderosos a través de esculturas elaboradas con su propio cabello, inspirada en las creaciones de sus antepasadas africanas en la época precolonial. A menudo, su contenido incluye un discurso feminista, por ejemplo, cuestionándose lo que significa ser mujer o defendiendo el derecho a la maternidad por elección.
Por otro lado, algunos coloristas han usado el cabello como un lienzo sobre el que, literalmente, pintan diseños elaborados, que van de caricaturas a paisajes. Los artistas trabajan con los dedos, brochas, esténciles o aerosoles, dependiendo del proyecto y de su propia técnica. Sigue a Alexis Ferrer (@alexisferrer), Jackie Bieber (@madebyjackiebieber) o Janina Zais (@janinazais) para inspirarte.
Otros artistas contemporáneos prefieren el performance, también denominado arte de acción. Danié Gómez-Ortigoza (@journeyofabraid) es una artista multimedia que trabaja con rituales que exploran el cabello como una construcción social y una forma de comunicación. Cree en el poder de trenzar con intención y en trazar el hilo invisible que nos entrelaza en sincronicidad y comunidad.
El cabello (natural y artificial) es un material recurrente en el trabajo de la veterana Shoplifter (@shoplifterart), tanto por sus posibilidades visuales y estilísticas como por sus asociaciones simbólicas. Para ella, el cabello raya entre lo grotesco y lo hermoso. En su instalación más notable hasta ahora, Chromo Sapiens (2020), usó extensiones de cabello de colores para crear un entorno multisensorial, ambientado con música de HAM. “Un viaje al centro de un nuevo mundo hipernatural”, en sus propias palabras.
Como ves, más allá de la estética, el cabello es un medio para el arte. “Considero que un pelo es como una línea en un papel”, dijo Hrafnhildur Arnardóttir, la mujer detrás del seudónimo Shoplifter, en una entrevista para la revista INFRINGE. “No veo la necesidad de separar por completo el arte, la moda, el diseño y la artesanía; me gusta que pueda haber áreas grises. Cada vez más personas trabajan en estas áreas grises”. Entonces, ¡brindemos por las áreas grises!