ATH Opina | El quiet luxury, la niña lino y la estética de la riqueza | All Things Hair AR
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ATH Opina | El quiet luxury, la niña lino y la narrativa sobre la estética de la riqueza

La calidad y discreta sofisticación como sinónimo de hiperlujo: la realidad de una élite, el aspiracional de muchos. Pero, ¿por qué?

Ok, necesito expulsarlo de mi sistema: ¡me tienen harta con el quiet luxury! Hablo de la tendencia del lujo silencioso que se instaló a raíz de una serie de televisión y que refiere a la forma de vestir del 1% de la población, la de los ultra millonarios. Una moda de aspecto simple, confección artesanal, tejidos de calidad, de paleta neutra y discreta sofisticación, sin logos a la vista y, claro está, costosa. Bueno, déjenme decirles algo: tanta prensa se le dio que ya no tiene nada de silenciosa. Y, un detalle no menor, no se trata de una tendencia, puesto que, en moda, las tendencias tienen una expectativa de vida muy corta. Se trata de un estilo de vida. De hecho, este grupo rechaza las tendencias. Aceptémoslo, esta minoría siempre tuvo un armario exquisito e igual de discreto que ahora (algunos dirán “aburrido”).

Lo sorprendente es que, en Argentina, hace ya algunos meses se habla de “la niña lino”, la versión local de este lujo silencioso. Acuñado por la usuaria de TikTok Maureen Fellner O’Reilly, describe a una joven de familia acomodada, tradicional, muy medida en sus formas, que vacaciona en determinados destinos, practica deportes, tiene tiempo libre y un particular estándar de consumo. En cuanto al vestir, “la niña lino” opta por prendas clásicas y atemporales, hechas de cashmere, seda, 100 % algodón y, por supuesto, lino. Se trata de una persona que cuida mucho su piel, usa poco maquillaje, desconoce lo que es el frizz. Todo muy en línea con la reciente explosión del quiet luxury, una forma solapada de distinguir entre la old money y la new money; entre la tradición y la herencia en contraposición con aquella persona que se hizo así misma. Cada día, nuevos artículos en los medios de comunicación añaden características al estereotipo de quienes se pueden permitir el quiet luxury. ¿La más reciente? El peinado por excelencia es el rodete tirante, bien pulido, con una mínima raya al medio. Ni un pelo fuera de lugar. Inmaculado. Esto nos suena familiar, similar a la tendencia de la estética Clean Girl. Otra vez, nada nuevo. Pero el inconsciente colectivo está empecinado con poner este tema sobre la mesa, en un contexto de recesión económica. Suena algo insensible, ¿no?

Lauren Santo Domingo con sweater de chasmere y pantalón de lana, quiet luxury
Chasmere, lana y cuero. Crédito: Shutterstock

Y acá permítanme filosofar. ¿Por qué le asignamos tanto valor simbólico al vestir e, incluso, al peinarse? ¿Por qué reducimos el acto de vestir o peinarse a un mero factor económico? ¿No es acaso también un acto cultural, social y político? ¿Por qué funcionamos en la lógica de los opuestos? ¿Por qué vivir disimulando o, peor aún, ocultando quien se es de verdad? Si soy rico, que no se note. Si soy pobre, que no se note. Se nos va la vida mientras nos miramos unos a otros desde la vereda de enfrente, poniendo etiquetas para simplificarnos el cableado neuronal. Y así reducimos. Y poco a poco nos vamos delimitando. Yo soy distinto al otro. ¡Vaya novedad! Lejos de ser motivo de señalamiento, creo que deberíamos estar celebrando las diferencias y aprovechando las oportunidades que se nos presenten para crecer en todo sentido. No sé ustedes, pero en vez de limitarme, prefiero expandirme… y despeinarme en el proceso. Lo dije. Listo. Chau.

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