¿La colorimetría es racista? Por qué no nos favorecen los mismos colores | All Things Hair MX
Mujer sosteniendo una carta de colorimetría

ATH opina | La controversia de la colorimetría: por qué no nos favorecen los mismos colores (y eso está bien)

El color es fundamental en la construcción de nuestra identidad. La colorimetría no está determinada al azar ni mucho menos basada en prejuicios discriminatorios, sino en estudios de cómo el ser humano percibe el color.

Recientemente, vi un video en Instagram que argumentaba que la colorimetría —refiriéndose al sistema de las cuatro estaciones— tiene una carga racista, clasista y hasta gordofóbica, y es responsable de ideas anticuadas como que las morenas no deben teñirse de rubio. También afirmaba que el significado de los colores no es más que un invento de la blanquitud cuyas reglas existen para romperse.

La colorimetría, también conocida como análisis de color estacional, es un sistema de medición de la escala cromática personal con base en los atributos físicos. Se basa en el concepto de que los colores armoniosos realzan la belleza natural del individuo. Conseguir una piel visiblemente más luminosa, resaltar el encanto natural y armonizar el rostro son solo algunas de las bondades que promete el estudio de color personalizado.

La colorimetría se basa en el concepto de que los colores armoniosos realzan la belleza natural del individuo.

No es la primera vez que escucho un razonamiento similar al del video, pero como consultora de imagen, encuentro esa teoría refutable. Primero, porque es injusto juzgar una metodología por sus inicios, considerando que, desde hace por lo menos dos décadas, ha evolucionado significativamente y han surgido enfoques mucho más completos que reflejan los valores actuales. Spoiler alert: ya no son cuatro, sino 12 estaciones perfectamente incluyentes.

La colorimetría no está determinada al azar ni mucho menos basada en preceptos discriminatorios, sino en estudios de cómo el ser humano percibe el color.

Los conceptos subyacentes al análisis de colores por estación están anclados a teorías desarrolladas en la década de 1920 por el pintor suizo e instructor de la Bauhaus Johannes Itten, quien determinó que los colores pueden ser cálidos o fríos (temperatura), brillantes o suaves (saturación), claros o profundos (luminosidad), y sus combinaciones más o menos complementarias.

Itten observó que, cuando asignaba a sus alumnos pintar una “combinación de colores armónicos”, cada uno, con su propio conocimiento previo del arte, tenía su propia interpretación de lo que constituía la armonía. Dicho esto, tendían a caer en patrones. Su conclusión fue que, más allá de las preferencias cromáticas personales o subjetivas, lo que entendemos como armonía es, hasta cierto punto, objetivo.

En 1981, el libro Color Me Beautiful de Carole Jackson retomó este conocimiento para sentar los principios de la asesoría de imagen. Entonces, clasificó a las personas en cuatro categorías: primavera, verano, otoño e invierno, según la temperatura (fría o cálida) y la luminosidad (clara o profunda) de su tono de piel, cabello y ojos. Así, la primavera era cálida y clara; el verano, frío y claro; el otoño, cálido y profundo; y el invierno, frío y profundo.

El método fue un éxito para miles de mujeres en Estados Unidos. Sin embargo, al ser diseñado para una audiencia principalmente blanca, resultaba limitante e, incluso, discriminatorio —como muchas otras cosas en los 80 de las que no nos sentimos orgullosos.

Desde entonces, se han hecho las correcciones necesarias; aunque, debido a que es infinitamente más sencillo de comprender que sus actualizaciones, muchas personas siguen recurriendo al método anterior, que para los consultores de imagen avanzados ha quedado obsoleto por ser demasiado simplista.

Muchas personas siguen recurriendo al método de las cuatro estaciones, que para los consultores de imagen profesionales ha quedado obsoleto por ser demasiado simplista.

Para empezar, el sistema de color de Munsell, que proporciona un método científico estandarizado para especificar y reproducir los colores, ha remplazado a la teoría de Itten. Consiste en tres dimensiones de color basadas en la respuesta humana al color: tinte, valor y croma. El tinte se refiere a la longitud de onda dominante de la luz que forma un color (por ejemplo, rojo o azul). El valor designa la luminosidad u oscuridad (por ejemplo, azul claro u oscuro). Y el croma define la saturación (por ejemplo, azul pálido o brillante).

La teoría del color moderna hace un uso práctico constante de estos conceptos, los cuales forman un marco para todas las investigaciones serias de temas tan diversos como la percepción del color, la armonía y las asociaciones emotivas de las combinaciones de colores.

Mujer con pañoleta anaranjada para realizar análisis de colorimetría personal
La prueba de pañoletas es la técnica más utilizada dentro de la asesoría de imagen para conocer cómo se proyectan los diferentes colores sobre la imagen externa de una persona. Crédito: Ron Lach/Pexels.

En el año 2000, Kathryn Kalisz se basó en el trabajo de sus predecesores para desarrollar Sci\ART, el modelo de análisis de color más avanzado que existe, con 12 estaciones que sirven mucho mejor a la amplia gama cromática humana.

La estación a la que pertenece cada color está determinada por la interacción de este con los otros colores dentro del grupo. Para asignar colores a las estaciones, Kathryn entendió cómo la naturaleza crea un acuerdo visual a partir de mezclas de pigmentos con distintas propiedades. Esto le permitió dar como resultado conjuntos de colores que los humanos percibimos como visualmente armoniosos cuando observamos la paleta completa.

En una experiencia visual, la armonía es algo agradable a la vista. Atrae al espectador y crea una sensación interna de orden. Cuando algo no es armonioso, es aburrido o caótico. En el primer caso, como la información es poco estimulante, el espectador no se involucra. En el segundo, la experiencia visual es tan confusa que el espectador no tolera mirarla, y es que el cerebro rechaza lo que no puede organizar o comprender. Por lo tanto, la tarea es presentar una estructura lógica. La armonía del color ofrece interés visual y una sensación de orden.

La armonía del color ofrece interés visual y una sensación de orden.

Los colores también comunican. El blanco es pureza, el azul es calma y el negro, misterio. La psicología del color estudia cómo este influye en la percepción y la conducta humana. Stephen Westland, profesor y presidente de ciencia y tecnología del color en la Universidad de Leeds, explica que estos efectos se basan en la luz, mas no en la visión. Cuando se exponen al color, las células de la retina del ojo no solo envían señales a la corteza visual para reconocer dicho color, sino también al hipotálamo, la parte del cerebro a cargo de la autorregulación del cuerpo, que no puede reconocer imágenes visuales. Simplemente ver un color —o, mejor dicho, la luz que emite un color— puede afectar el estado de ánimo, la temperatura, el sueño, el ritmo cardiaco, la capacidad para comer y los patrones de respiración de una persona.

Los colores son estímulos porque pueden ser percibidos por los sentidos. Los estímulos actúan sobre la percepción y, gracias al proceso mental, el receptor genera una imagen del emisor. Es inevitable tener una imagen: nada ni nadie se escapa de ser percibido por alguien. Lo que sí está en nuestro poder es manipular el código.

La colorimetría es una herramienta para elevar la autoestima, agilizar las compras y ahorrar tiempo. No a todos nos favorecen los mismos colores y eso está bien.

Por supuesto, usar la paleta sugerida no es obligación de nadie. Existen muchas otras razones por las que preferimos ciertos colores y no deberíamos privarnos de ellos por sentir la imperante necesidad de estar radiantes en todo momento. Además, si nos presionamos a escoger exclusivamente los tonos que nos favorecen, aun si estamos incómodos con ellos, podríamos acabar sintiéndonos disociados de nuestra propia imagen.

Emplear la información a nuestra disposición para lucir más atractivos no nos hace mejores ni peores personas. La belleza es un constructo social —como la educación, el matrimonio y la cortesía—, pero vivimos en sociedad y es normal que intentemos navegarla de manera exitosa.

Si bien el discurso de la belleza positiva, que cuestiona los cánones y promueve la diversidad, puede mejorar la autopercepción y la salud mental, no suele respaldar la necesidad básica de aceptación social y de sentir que tomamos decisiones propias. No siempre tiene que gustarnos cada aspecto de nuestro cuerpo y convencernos de lo contrario puede ser tan estresante como vivir con los estereotipos que nos han hecho sentir fuera de lugar. Mientras que para algunas personas el amor propio es abrazarse tal cual son, para otras significa dar el primer paso hacia un cambio positivo en su apariencia. Lo dijo Coco Chanel: “El mejor color del mundo es el que se ve bien en ti”.

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