¿Soy una mala madre por no guardar un mechón de pelo de bebé? | All Things Hair AR
imagen de bebe recién nacido, guardar mechón de pelo de bebe

ATH Peinando Historias | ¿Soy una mala madre por no guardar un mechón de pelo de bebé?

Reflexiones de una madre primeriza.

Cortar y conservar un mechón de pelo del bebé recién nacido es una práctica habitual en Argentina y otros países de Latinoamérica. Existen varios mitos alrededor de esta costumbre. Hay quienes creen, por ejemplo, que al no cortarle el pelo durante los primeros días de vida, se va a retrasar el habla. Chequeado con varias madres, esto no es así. La gran pregunta entonces es: ¿por qué lo hacemos? O, mejor dicho, ¿por qué seguimos guardando un mechón como uno de los primeros recuerdos? ¿Qué creemos que les va a producir cuando lo vean de más grandes?

Acá, la experiencia de nuestra editora, una madre primeriza que aboga por una maternidad deconstruida.

“No guardé un mechón de pelo de mi bebé, ¿está mal?”

libro de nacimiento con mechón de pelo de bebé
Mi pelo de bebé en el álbum de vida que nos regaló la prima segunda de mi mamá. Crédito: archivo personal de la editora.

Cuando cumplí 21 años mi mamá me entregó una caja llena de recuerdos. Los venía acumulando desde mi nacimiento. Entre ellos, había un libro. De esos que firman los parientes cuando van a conocerte en la clínica. De esos que se alimentan con fotos, dibujos, cartitas, tickets de tus primeros eventos. De esos en los que tu familia anota hasta los más nimios detalles de tu existencia: cuál fue tu primera mueca, qué comiste por primera vez, de qué color era el conjunto que te pusieron en tu cumpleaños número 1, en fin, una recopilación de memorias e hitos. Recorrí las páginas, me reí con algunas anécdotas, me emocioné con los trazos de seres queridos que ya no están. De pronto, entre medio de toda esta información, un pequeño sobre blanco. Levanté la solapa y enseguida se asomó un mechón de pelo negro, más suave que el algodón, más brillante que un juego de platería limpia. ¿Y esto? “Un mechón de tu primer corte de pelo”, contestó mamá. Tardé un momento, pero pronto entendí que era una práctica común, algo cultural, como también lo es cortarle el pelo a los bebés recién nacidos.

El hecho pasó sin pena ni gloria hasta el día que, con un embarazo avanzado, recordé esa parte de mi ser guardada en un sobre. Empecé a hacerme preguntas, muchas. ¿Por qué cortarle el pelo a un recién nacido? ¿Acaso nacer no es de por sí una experiencia fuerte como para agregarle el ruido de una maquinita pasando por su cabeza? ¿No será que el pelo cumple alguna función y que la naturaleza es tan sabia que nos lo pone desde el comienzo? (También me cuestioné el tema de los aritos, pero eso da para otro artículo).

Cuando nació mi hija, yo estaba en un estado de embriaguez emocional. Todo a mi alrededor se volvió difuso, mi foco estaba puesto 100% en ella. No estaba en condiciones de tomar ninguna decisión. Por suerte, algunas las habíamos tomado de antemano con mi marido. Otras quedaron libradas al momento. Sí, el primer corte de pelo fue de las segundas. Lo ofrecieron ahí mismo en la misma clínica. Y como parecía tenerlo desparejo, pensamos que el corte le iba a venir bien. Enseguida llegó una señora con una maquinita, un cambiador de bebé, algunos papeles absorbentes, una abrochadora y un sobre transparente… Su habilidad y su manejo nos sorprendió, sabía lo que hacía y parecía tener una vasta experiencia. Nadie se lo pidió, pero cuando terminó su labor le entregó a mi marido el pequeño sobre transparente con un mechón de pelo de bebé, nuestra bebé. “¿Qué hacemos con esto?”, me preguntó él. Sin pensarlo demasiado, le pedí que lo conserve. Quizás por pura imitación. Me acuerdo perfecto que lo guardó en el bolsillo de su campera azul. Al rato llegó el momento de levantar nuestros petates y emprender la maravillosa aventura de ir camino a casa, juntos los tres. Que el cochecito, que el huevito para el auto, que el bolso, que los papeles de la clínica… En ese trajín, el sobre del pelo no fue una prioridad y, al llegar a casa, descubrimos que se había perdido. Ahí experimenté por primera vez la culpa de madre. ¿Qué iba a pensar de nosotros nuestra hija cuando descubriera que no habíamos preservado ese pedacito de lo que fue? ¿Qué iba a sentir cuando abriera su libro de vida y ese apartado estuviera vacío?

madre sosteniendo a bebé recién nacido, mechón de pelo de bebé
Mi frondosa melena de bebé. Crédito: archivo personal de la editora.

Después reflexioné sobre lo que el mechón de pelo de bebé significaba para mí. O, mejor dicho, lo que había aprendido que significaba. Y un poco me alegré de haberlo perdido. Pensándolo bien, no sé si lo hubiera conservado en una primera instancia. Pensándolo bien, no sé si la hubiese rapado. Pero las madres, y sobre todo las primerizas, cargamos con un montón de opiniones y consejos no solicitados. Intuyo que eso pudo haber pesado. Ahora tenía en claro algo: yo no quería que ese mechón fuera un intento desesperado por detener el tiempo. Tampoco pretendía que mi hija me levante un monumento a la mejor madre por haberlo guardado. Y mucho menos quería experimentar culpa por el mero hecho de no aferrarme a un mechón de pelo durante años. Esta conciencia me dio alivio, como así también conversar con otras madres, escuchar sus historias, sus traspiés, sus opiniones. Me sorprendió saber que muchas habían hecho un intento por guardar este tipo de recuerdo y que, más tarde, arrepentidas, decidieron tirarlo al tacho (literal). Otro grupo, sobre en mano, ahora se daba cuenta de que le daba impresión. Algunas le habían perdido el rastro. Pero si en algo todas coincidían era que no sabían por qué lo habían guardado. “Supongo que le va a dar emoción verlo cuando sea grande”, fue un intento vago. Lo cierto que es que existen muchos mitos alrededor de este asunto, especialmente en Latinoamérica. También es cierto que es una costumbre que se va transmitiendo de generación en generación, así, sin tanto cuestionamiento.

Yo no sé si seré exagerada, pero cuestionarme todo es parte de mi forma de maternar. Me niego a replicar modelos que quedaron obsoletos o a emular rituales que no tienen ningún sentido para mi. En cambio, me entusiasma crear nuevas tradiciones. Espero estar creando recuerdos que sean mucho más suaves, brillantes y durables que ese mechón del primer corte de pelo. A fin de cuentas, no seré yo la que juzgue esta omisión/pérdida, sino mi hija.

Querida hija, intenté guardar un mechón de pelo de tu primer corte como hizo mi mamá cuando yo nací, lo perdí, espero que no te importe. Nos tenemos la una a la otra y acá voy a estar siempre para vos. Deseo que puedas crear tus propias reglas y bailar por la vida a tu propio ritmo. Te amo hasta el infinito y más allá, mamá.

Querida mamá, gracias por ser la guardiana de tan lindos recuerdos y por ser un gran ejemplo de persona y madre para mí. Te honro a vos, a tu historia y al camino que fuiste construyendo para convertirte en esta persona mágica que sos. Gracias por ser luz e iluminar a toda la familia. Te amo, tu hija. 

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